El Cardenal Juan Luis Cipriani Thorne en una carta enviada a los sacerdotes en la Festividad de San Mateo, el último lunes 21 de septiembre, con motivo del Año Sacerdotal pidió al clero de la Arquidiócesis de Lima, que la alegría sea el distintivo que debe manifestarse en toda su vida, cuando predican, cuando celebran la Santa Misa, cuando trabajan en el despacho y cuando administran el sacramento de la Reconciliación.
También les recuerda a los sacerdotes “No olvidemos que muchas veces los fieles se acercarán con mayor devoción y confianza cuando nos ven serenos y alegres que transmitimos la paz que Cristo pone en nuestros corazones”.
Señala en el documento que este Año Sacerdotal es motivo para hacer propósitos de conversión personal serios y constantes, reflejo profundo de su ser en Cristo. “Quien nos oye, quien nos ve, debe “oír y ver” al mismo Cristo pleno de alegría y de paz. Debemos contagiar a los demás ese gozo interior que es fruto de una lucha seria y constante por parecernos a Él”, invocó.
El Arzobispo de Lima señaló que la mejor promoción vocacional es ser un sacerdote alegre y los animó a estrenar en este año sacerdotal una renovada lucha por la santidad.
Finalmente, el Cardenal Cipriani comunicó a todos los sacerdotes de la Arquidiócesis de Lima que ha conformado una Comisión para que los presbíteros puedan participar en la clausura del Año Sacerdotal que se efectuará entre el 09 y el 11 de Junio de 2010 y así responder a esta invitación del Santo Padre Benedicto XVI al clero de todo el mundo.
Texto completo de la carta del Señor Cardenal.
“Alégrense siempre en el Señor, les repito, alégrense (…) El Señor está cerca. No se preocupen por nada; al contrario: en toda oración y súplica, presenten a Dios sus peticiones con acción de gracias. Y la paz de Dios que supera todo entendimiento custodiará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Fl 4, 4-7)
Queridos Sacerdotes.
Con estas palabras del Apóstol San Pablo quiero animarlos en este Año Sacerdotal a vivir nuestra vocación con la alegría que brota de sabernos hijos de Dios en Cristo. De manera muy especial, por el sacramento del Orden, participamos del Único sacerdocio de Cristo (Cfr. Presbyterorum ordinis, nº 7).
Esta alegría brota, pues, de un corazón limpio y enamorado de Cristo que actúa en cada uno de nosotros sacerdotes in Persona Christi. “En los sagrados misterios el sacerdote no se representa a sí mismo y no habla expresándose a sí mismo, sino que habla en la persona de Otro, de Cristo. Así, en los sacramentos se hace visible de modo dramático lo que significa en general ser sacerdote: Este acontecimiento se renueva continuamente en cada misa (…) Nos ponemos a disposición de Aquel ‘que murió por todos, para que los que viven ya no vivan para sí (2Co 5, 15). Ponernos a disposición de Cristo significa identificarnos con su entrega ‘por todos’: estando a su disposición podemos entregarnos de verdad ‘por todos…” (Cfr. Benedicto XVI, Roma 5.IV.2007. Misa Crismal).
La alegría es un distintivo que debe manifestarse en toda nuestra vida: cuando predicamos, cuando celebramos la Santa Misa, cuando trabajamos en el despacho, cuando administramos el sacramento de la Reconciliación. Cuando la intensidad de la jornada nos hace sentir el cansancio sin dejar que las reacciones de un mal carácter afloren en el trato con los fieles. También cuando, por nuestra fragilidad, sentimos la inclinación del pecado y luchamos con humildad y el don de la gracia para vivir santamente.
No olvidemos que muchas veces los fieles se acercarán con mayor devoción y confianza cuando nos ven serenos y alegres que transmitimos la paz que Cristo pone en nuestros corazones. Por el contrario, cuando nos presentamos con un rostro adusto y un gesto de fastidio; o con un tono de voz molesto y contrariado los fieles pensarán este sacerdote no está contento con su ministerio, no lo molestemos y buscamos a otro. Da pena pensar que, en algunas ocasiones, podamos dejarnos llevar por estados de ánimo que permitan a la tristeza ahogar la alegría de nuestro sacerdocio.
Piensa que cuando te cuesta estar alegre es posible que haya en el fondo de tu corazón algo que debes corregir, o que debes confesar. Probablemente hay un estorbo – o un pecado, que no es lo mismo – que se ha metido entre tú y Dios y te impide hablarle con intimidad y sentir su cercanía. En este Año Sacerdotal, haz propósitos de conversación personal serios y constantes y convéncete que el amor que Dios tiene es infinitamente misericordioso y te busca siempre para llenarte de su paz y alegría. Se humilde, reconoce tus faltas, y la alegría volverá a tu vida.
De manera muy notoria es necesario que cuando celebremos la Santa Misa y, dentro de ella, cuando predicamos, seamos positivos, entusiastas y alegres, como reflejo de esa realidad tan profunda de nuestro ser en Cristo, hijos de Dios. Quien nos oye, quien nos ve, debe “oír y ver” al mismo Cristo pleno de alegría y de paz. Debemos contagiar a los demás ese gozo interior que es fruto de una lucha seria y constante por parecernos a Él.
La caridad es la mayor de las virtudes. Recientemente nos ha recordado el Santo Padre que la caridad sin verdad se convierte en un sentimiento vacío que se llena arbitrariamente de cualquier contenido (Cfr. Caritas in Veritate, nº 3). Es por ello que necesitamos hacer diariamente un buen examen de conciencia para llegar al fondo de nuestras acciones e intenciones y reconocer así la verdad de nuestra vida. La caridad en la verdad traerá como fruto maduro y visible la alegría interior y exterior. Así luchamos por ser buenos y santos sacerdotes, discípulos y misionarios.
¡Qué mejor promoción vocacional que un sacerdote alegre!
Muy queridos hermanos sacerdotes, la mies es mucha, lo sabemos bien, y por ello quiere el Señor, y nos lo recuerda con tanto cariño el Santo Padre, que nosotros los sacerdotes estrenemos en este Año Sacerdotal, un traje nuevo – la lucha por la santidad -, y brille así la luz de la llamada a tantos jóvenes al Seminario.
Finalmente, y con enorme gozo, les participo que el Santo Padre invita a los sacerdotes que pueden viajar a Roma para la clausura del Año Sacerdotal los días 9 al 11 del mes de Junio del próximo año para celebrar juntos este acontecimiento.
Al respecto, he conformado una Comisión para coordinar este Evento y de esta manera responder a esta invitación del Santo Padre al clero en todo el mundo. Oportunamente, en los meses siguientes, se les estará haciendo llegar la información necesaria.
La Virgen, causa de nuestra alegría, es el ejemplo que debemos seguir en este Año en el cual la Iglesia espera abundantes frutos de santidad en todos nosotros, sacerdotes.
Con todo mi afecto, les envío mi bendición y les pido sus oraciones.
Juan Luis Cardenal Cipriani
21 de septiembre de 2009, Fiesta de San Mateo, Apóstol y Evangelista.
Fonte: www.arzobispadodelima.org